sábado, 13 de marzo de 2021

SOLER SANS

 

Los hijos de Joseph Soler Vives jugaron un importante papel en las relaciones diplomáticas y comerciales entre España y algunos países del Mediterráneo. Uno de los hijos mayores, Pedro Soler Sans se instaló en Trípoli hacia 1776, en la capital de la actual Libia, y capital en aquel tiempo de una de las "Regencias" o Reinos magrebíes dependientes teóricamente de Turquía, pero de hecho con gran autonomía, bajo la dinastía de los Qaramanli.

Cuando el ministro español Conde de Floridablanca inició su política de relaciones diplomáticas y pacíficas con los países musulmanes del Mediterráneo, tras la conquista de Menorca, Joseph Soler y sus hijos, especialmente Pedro, se ofrecieron para servir de mediadores, gracias sobre todo a las buenas entradas que Pedro y su mujer tenían en la corte de Trípoli merced a su oficio de mercaderes que habitaban en esa ciudad y a su estrecha amistad personal con el Baxá o Bey Ahlí de Qaramanli, máxima autoridad tripolitana.

 
Tratado de Paz y Comercio entre España y la Regencia de Trípoli.
Colección de la Biblioteca del Banco de España.
 

 
Tratado de Paz y Comercio entre España y la Regencia de Trípoli.
Colección de la Biblioteca del Banco de España.

Estas negociaciones, llevadas brillantemente por Pedro y su hermano Juan Soler, culminaron en 1784 con la firma de un Tratado de Paz y Comercio entre los dos países, el primero que hizo España con un pais magrebí dependiente del Imperio Otomano. (habían precedido a este los tratados con Marruecos) y a su vez, precedente y modelo de los que se firmarían mas adelante con Argel en 1786 y Túnez en 1791.

Se comprende la satisfacción del Gobierno español, y el que estuviera muy agradecido a la familia Soler, a los que se concedió diversas mercedes reales. Durante un tiempo Pedro Soler mantuvo su residencia en Trípoli añadiendo a sus antiguos negocios comerciales el nuevo cargo de cónsul de España, y jugó un gran papel en las buenas relaciones de los dos países, hasta el punto de que logró que Trípoli y Nápoles firmasen otro tratado de paz, semejante al español y añadiendo a su currículum personal el consulado del Reino de las Dos Sicilias en Trípoli.

 

 

 
Trípoli en 1760. Mapa de John Sellar. Scottish National Portrait Gallery.

 

Dado que en 1784 la ley turca prohibía a los extranjeros cristianos detentar inmuebles y otros bienes raíces en propiedad, y sólo tenerlos en alquiler o usufructo, el Consulado español se instaló en una casa habilitada al efecto, alquilada por el mismo cónsul en el barrio de la Marina, inmediato al puerto. En sus dependencias, y con acceso directo al exterior, aunque con comunicación interior con el resto del inmueble, existía una capilla, a un tiempo oratorio privado del cónsul y personal del Consulado, y templo abierto a los otros españoles y a los católicos en general, que pronto fue conocida en Trípoli como «Iglesia Española», en la que oficiaba un fraile agustino, que era otro de los hermanos de Pedro: Fray Joseph Soler, (1762 - 1843) que viajó desde Mahón a Trípoli para ser el capellán del Consulado y de la colonia española. Su trabajo allí, las atenciones a los católicos, conversiones de protestantes y cuidado de enfermos y apestados, le hicieron postularse para una canonjía en Palma de Mallorca que no llegó a obtener. En cambio fue nombrado caballero capellán de la Orden de San Juan de Jerusalem, conocida también como Orden de Malta. Es autor de una tesis de teología y de física lo que le acredita igualmente como un erudito escolástico.

Otros hermanos de Pedro Soler fueron igualmente brillantes piezas en el ajedrez de las relaciones diplomáticas y comerciales en el Mediterráneo. Juan, que había ayudado a Pedro en las negociaciones en Trípoli fue nombrado Comisario de Guerra, hizo numerosos viajes a los países musulmanes del Norte de Africa y tuvo mucho que ver en las embajadas que envió la Corte española a aquellos países. Erudito ilustrado fué cofundador de la "Sociedat Mahonesa de la Cultura", además, era un hombre muy dotado para las lenguas, lo que le sirvió de mucho a lo largo de su carrera. Tuvo también otros cargos, tales como proveedor de abastecimientos para el ejercito, negociador en Francia, Comisario Real en Andalucía, cónsul de España en Estambul y Esmirna, etc. 

Benito Soler, uno de los hermanos menores, fue también cónsul de España en Esmirna y defendió los derechos de Fernando VII y la Junta de Sevilla, frente a un francés, cónsul de España en Estambul que litigaba en nombre de José I.

 

D. Jayme Soler, Consul General y Encargado de los Negocios de Sus Magestades Católica
 y Siciliana en Trípoli de Berberia, de edad de 43 años, en 31 de Octubre de 1792.

Galeria de Hijos Ilustres de Mahón.
 

Jaime Soler y Sans siguió la carrera de sus hermanos diplomáticos en el Norte de Africa. Casado con la hija de un notable cónsul holandés en Túnez -Einrich Nyssen- y aliado con una larga serie de diplomáticos y comerciantes europeos en el Magreb gracias a vínculos familiares, intentó sin éxito un tratado de paz hispano-tunecino. Sustituyó al cabo de los años a su hermano mayor Pedro al frente del consulado español en Trípoli. 

Así pues el linaje Soler entroncó con varias familias vinculadas al estamento consular; Nyssen, Lochner, Arnaud, Uhler, y durante generaciones estuvo vinculado a la labor diplomática en Europa y Oriente Medio. Además de en Trípoli, a finales del siglo XVIII y principios del XIX encontramos Soler en Tunez, Alejandría, Estambul, Esmirna, Oran, Malta, Faro, Tanger, Alepo, Sierra Leona ...

Pero volvamos a nuestro antepasado Pedro Soler Sans. En 1788 escribió una carta a Sir John Acton, un británico que curiosamente era primer ministro del Reino de Nápoles en la que se quejaba de la decadencia de la Regencia de Trípoli bajo el gobierno de Ali Qaramanli “afligida como está por un estado de degradación y miseria, agravado por el estallido de la epidemia de Peste en 1785”.

Por ello, cuando su propia salud empezó a resentirse, recurrió a su hermano Jaime, a quien preparó para el cargo y abandonó Tripoli en 1790 para volver a establecerse en Mahón, y para ello, se hizo construir una de las mejores casas de la ciudad. La casa Soler. Hoy sede del Casino Mahonés.

 


Antigua casa de Pedro Soler Sans. Plaza del Principe. Mahón

Una enorme mansión muy del estilo de su clase social; La pudiente burguesía mahonesa, que se había enriquecido a lo largo de décadas gracias al corso y al comercio y que a principios del Siglo XIX despliega en la ciudad de Mahón todo su esplendor. Este señorial edificio, de líneas neoclásicas, que albergaba en su tiempo, un salón principal que -a juzgar por algunos autores- era el de mayores dimensiones de la ciudad (16 metros de largo, 8 de ancho y una altura de 6,5 metros. La habitación existe todavía, y es el conocido Salón de Baile del Casino Mahonés) da fe del fenómeno que constituyeron estos clanes familiares -Oliver, Soler, Poli, Seguí, Escudero, Valls, Roca, Moncada- y de la magnitud de las grandes fortunas que amasaron. 

Pedro Soler Sans, como decimos, se instaló en Mahón e hizo construir su casa. Por entonces su matrimonio con Isabel Lochner le había procurado cuatro hijas y tambien un hijo que falleció siendo niño. Y a las cuatro las casó con miembros de importantes familias mahonesas, como, por otra parte era frecuente en las clases altas. Isabel casó con un miembro de la familia Moncada. Mariana con Juan Mercadal Seguí, miembro de la familia Mercadal. Bárbara con un Joseph Camps, que al parecer fue un personaje político de categoría [Doc. Familiar de Magdalena Roca] y Ana -nuestra antepasada- con un primo suyo; Miguel Uhler Soler. En efecto, con este matrimonio se formalizó un doble vínculo Uhler - Soler, habida cuenta de que Miguel Uhler era hijo de una hermana de Pedro Soler.

Es curioso comprobar que la mentalidad de esta familia, quizás por la influencias recibidas tanto de los lugares en los que vivieron como de las personas que trataron, se aleja en ciertos aspectos de los encorsetados patrones arcáicos de comportamiento en la isla.

Por poner dos ejemplos. En el testamento de Elizabeth Lochner, esposa de Pedro Soler Sans, otorgado ante el notario mahonés Francesch Preto en 1798, establece a su marido como usufructuario en plenitud de su patrimonio siempre y cuando lleve este una vida vidual. Es la primera vez que me he encontrado con esta coletilla en un testamento femenino. Porque es muy frecuente que los hombres al testar y establecer como usufructuarias a sus esposas lo hagan siempre “visquent aquesta una vida vidual casta i sens marit”, pero en los testamentos de mujeres siempre se omite esta frase.

El segundo ejemplo lo he encontrado en el estudio que hace Andreu Murillo de dos testamentos de burgueses mahoneses de la misma época y similar condición social. Por un lado  Rafael Febrer Llinyar, jurista y hacendado terrateniente y por otro Benet Soler Sans, que como hemos visto era comerciante y diplomático y cuando dejó esas actividades se retiró a Menorca donde adquirió también varias fincas y vivió de sus rentas.

El primero establece en su testamento la creación de un fideicomiso con la mayor parte de su patrimonio a favor del mayor de sus hijos (s’hereu) para que a su vez este lo transmita a su heredero de igual forma, mientras que a su hijo menor le deja bien pocas cosas al igual que a sus hijas a las cuales, según se establece en el documento, les otorga unicamente la dote en caso de matrimonio.

Sin embargo en el testamento que Benet Soler otorgó se establece que todos sus hijos reciban un mínimo de 5000 libras en efectivo y que el resto de sus bienes y propiedades sea repartido a partes iguales entre sus descendientes.

El Siglo XIX supuso un cambio en la economía menorquina. Después de firmarse el tratado de Amiens, la Corona Española, acabó con la franquicia comercial del Puerto de Mahón y restableció la aduana, y aunque durante algunos años, -los que duró la Guerra del Francés- perduró la bonanza económica, el final de las Guerras Napoleónicas significó también el inicio del declive del modelo económico menorquín basado en las actividades navieras del puerto, y las relaciones comerciales de mercancías cuya demanda cayó en picado cuando el Mediterráneo dejó de ser el hervidero que había sido durante la centuria anterior. Al no haber enemigos, tampoco la actividad corsaria tenía razón de ser y la burguesía mahonesa se resintió de todo ello. 

En el documento tantas veces mencionado (Magdalena Roca) con respecto a la familia Soler, hay una anotación que hace referencia a siete de los diez hermanos de Pedro Soler en la que se comenta que fueron expatriados. Lo cierto es que tras la última dominación británica de la isla, fueron muchos los que se fueron. Los emigrantes exiliados volvieron a sus lugares de origen, buena parte de las minorías extranjeras que se habían establecido en Mahón (judíos, griegos, etc.), buscaron otros sitios donde establecerse ya que nunca fueron del todo aceptados por la sociedad menorquina, y algunos menorquines que habían sido beneficiados por las distintas dominaciones extranjeras, fueron acusados de anglófilos y dejaron igualmente la isla. Pero los Soler, concretamente habían sido notables colaboradores de la monarquia española y no se vieron perjudicados por ello.

Sabemos que parte de la familia Soler se desplazó a Malta a comienzos del siglo XIX, donde, por cierto, todavía perdura el linaje, según Martí Camps. Pedro Soler, se quedó en Menorca, y en los testamentos que escribió (tres de ellos he encontrado en el Archivo Histórico de Mahón) manifestó su deseo de ser enterrado en la cripta familiar, situada en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en el subsuelo bajo la capilla de La Piedad. Y probablemente fué así. En la Galeria de Hijos Ilustres de Mahón, de la que nuestro antepasado forma parte, se cita como la fecha de su fallecimiento el 14 de marzo de 1801, y así lo hacen tambien los genealogistas que le han citado. Sin embargo no he encontrado este dato en los libros sacramentales del Archivo Diocesano ni en el libro de enterramientos de la Iglesia del Carmen, y eso me hace dudar si realmente falleció en Mahón. Lo que está claro es que en 1803 ya había fallecido ya que así consta en el acta de matrimonio de su hija Barbara.

 

Capilla de la Piedad, en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen
de Mahón, en cuyo subsuelo se ubicaba la cripta de la familia.


Pero parece evidente que esa rama familiar entró en decadencia y no perduró como otras familias de la burguesía mahonesa con las que podría compararse. Por poner un ejemplo, muchas de estas familias burguesas se adjudicaron fincas en 1836 cuando se llevó a cabo la desamortización de bienes eclesiásticos de Mendizábal. La nobleza y aristocracia no quisieron adquirir esas tierras, enfrentados como estaban a la disposición que hizo el Estado, pero no hicieron lo mismo las familias mahonesas enriquecidas durante el siglo XVIII, probablemente tenían una visión menos arcaica de la distribución de la riqueza, y menos prejuicios frente al clero, pero vieron en el decreto de desamortización una opción de consolidar sus fortunas mediante la adquisición de tierras y la ejercieron. Sin embargo, entre esas familias; Oliver, Mercadal, Albertí, Sturla, Olives, Costa, Valls no se encuentran los Soler. Aún así, es obligado recordar que Pedro Soler Sans, junto a su hermano Jayme fueron nombrados Menorquines Ilustres por el Ayuntamiento de Mahón, en 1866.

Probablemente para entonces su potencial económico se había desmoronado. En el padrón municipal de 1818, el primero que se hizo en el siglo XIX, o, por lo menos, el primero que se conserva, Pedro Soler ya había fallecido. Su viuda Elizabeth Lochner contaba a la sazón 43 años y vivía en la gran casa de lineas neoclásicas que su marido había levantado en la Plaza del Principe, junto a dos criadas. De los hermanos de Pedro Soler, (que eran once según el documento de Magdalena Roca) solamente permanecían en Menorca dos de ellos; El agustino Joseph Soler, y Benet Soler,  ambos vivían en unas casas de la Calle de Las Moreras.